A exposição “Poty, o Narrador” revela ao público um recorte da vasta coleção de obras de Poty Lazzarotto (1924–1998), artista paranaense cuja produção integra o acervo do Museu Oscar Niemeyer (MON). Em seus desenhos e gravuras, Poty ergue um mundo onde o cotidiano se transfigura em epopeia visual. Seu olhar percorre desde as ruas de Curitiba, sua terra natal, até as paisagens do Xingu, onde viveu uma temporada imerso na cultura indígena.

Desde a infância, o traço de Poty já anunciava a potência de sua narrativa gráfica. Em 1942, ingressou na Escola Nacional de Belas Artes, no Rio de Janeiro, onde foi iniciado no universo da gravura por Carlos Oswald. Formado em 1946, recebeu uma bolsa de estudos para a École des Beaux-Arts de Paris. Retornando ao Brasil em 1948, Poty dedicou-se não apenas à criação, mas também à formação artística: em 1950, organizou o primeiro curso de gravura do Museu de Arte de São Paulo (MASP) e ministrou cursos na Bahia, no Recife e em Curitiba.
A partir da década de 1950, sua arte expandiu-se monumentalmente para o espaço público, através de projetos de murais. Entre suas obras mais emblemáticas destacam-se: “O Desenvolvimento Histórico do Paraná” (1953), o mural do Teatro Guaíra (1969) e o mural para o Memorial da América Latina, em São Paulo (1988).
Narrador sensível, Poty transita com naturalidade entre o sagrado e o profano, entre a festa e o trabalho, compondo em cada linha uma crônica visual do Brasil profundo. Sua obra é, antes de tudo, um gesto de escuta – do tempo, da terra e das gentes – que se converte em traço.

El Museo Oscar Niemeyer, encargado de custodiar y preservar el precioso legado de Poty Lazzarotto, se ha convertido en un punto de referencia para la obra de este brillante artista brasileño. Una de las misiones ahora es traspasar fronteras y hacer llegar su obra a un público cada vez más amplio y diverso.

De esta forma, el MON realiza la exposición “Poty, el Narrador” en São Paulo, en el espacio White Box del Rosewood. Con curaduría de Juliane Fuganti y Marc Pottier, se trata de una selección de la colección del artista de más de 4.000 obras que forman parte de la colección permanente del MON.

Ao ter recebido a responsabilidade de guardar e preservar o precioso legado de Poty Lazzarotto, o Museu Oscar Niemeyer (MON) se tornou um local de referência em relação à obra deste genial artista brasileiro.

Uma de nossas missões agora é extrapolar as fronteiras regionais, apresentar Poty em sua dimensão universal e fazer com que a sua obra alcance um público cada vez maior e mais diversificado.

Realizar uma exposição neste espaço que é referência à arte, à arquitetura e ao design, com uma curadoria impecável, como o Rosewood, é um reconhecimento à importância que o acervo do MON adquiriu, especialmente nos últimos anos.

Em um 29 de março, dia do aniversário de Curitiba – e, coincidentemente, data de nascimento do artista Poty Lazzarotto – o MON recebeu a maior coleção já doada à instituição: aproximadamente 4,5 mil peças. O ano era 2022.

Desde então, o MON passou a ser o guardião das obras, mas também o facilitador do acesso a elas. Tal coleção conta com mais de 3 mil desenhos e 366 gravuras, além de tapeçarias, entalhes, serigrafias e esculturas, entre outros. A doação foi feita diretamente pelo irmão do artista, João Lazzarotto.

São obras que enriquecem ainda mais o acervo do MON, que nos últimos anos quintuplicou de tamanho e conta atualmente com aproximadamente 14 mil obras de arte, abrigadas em um espaço superior a 35 mil metros quadrados de área construída, o que torna o MON o maior museu de arte da América Latina.

Juliana Vellozo Almeida Vosnika
Diretora-presidente do Museu Oscar Niemeyer

Serigrafia sobre Papel, 80x50cm 
Coleção Poty Lazzarotto - Doação João Lazzarotto

Água forte e água tinta sobre papel, 80x50cm
Coleção Poty Lazzarotto - Doação João Lazzarotto

Água forte e água tinta sobre papel, 80x50 cm 
Coleção Poty Lazzarotto - Doação João Lazzarotto

Água tinta sobre papel, 80x50 cm 
Coleção Poty Lazzarotto - Doação João Lazzarotto

Estudo para ilustração de Grande Sertão Veredas, 1969

Rosewood - White Box - Complexo Matarazzo 
Rua Itapeva, 435 - Bela Vista, São Paulo SP 

El MON realiza exposición Poty Lazzarotto en Rosewood, São Paulo

El Museo Oscar Niemeyer (MON) presenta en São Paulo una exposición de obras del artista curitibano Poty Lazzarotto (1924-1998), que pertenecen a la colección del MON. La exposición “Poty, el narrador” estará en exhibición en el espacio White Box del Hotel Rosewood a partir del 4 de junio. Con curaduría de Juliane Fuganti y Marc Pottier, se trata de una selección de la colección del artista de más de 4.000 obras que forman parte de la colección permanente del MON.

“Al recibir la responsabilidad de guardar y preservar el precioso legado de Poty Lazzarotto, el MON se ha convertido en un lugar de referencia para la obra de este brillante artista brasileño”, afirma la directora general del MON, Juliana Vosnika. “Una de nuestras misiones ahora es ir más allá de las fronteras regionales, presentar a Poty en su dimensión universal y asegurar que su obra llegue a un público cada vez más amplio y diverso”, afirma.

El Espacio Rosewood, en el Complejo Matarazzo, enfatiza la preservación del patrimonio cultural brasileño. El sitio tiene una colección permanente de obras de artistas brasileños, celebrando el arte y la creatividad del país.

“Estar en un espacio referente del arte, la arquitectura y el diseño, con una curaduría impecable, es un reconocimiento a la importancia que ha adquirido la colección del MON, especialmente en los últimos años”, comenta Juliana.

En sus dibujos y grabados, Poty viaja desde las calles de Curitiba hasta los paisajes de Xingu, donde pasó un tiempo inmerso en la cultura indígena. Desde niño, el estilo de Poty ya anunciaba la potencia de su narrativa gráfica. En 1942 ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en Río de Janeiro, donde fue introducido al mundo del grabado por Carlos Oswald. Graduado en 1946, recibió una beca para la École des Beaux-Arts de París. Al regresar a Brasil en 1948, Poty se dedicó no sólo a la creación, sino también a la formación artística: en 1950, organizó el primer curso de grabado en el Museo de Arte de São Paulo (MASP) e impartió cursos en Bahía, Recife y Curitiba.

A partir de la década de 1950, su arte se expandió monumentalmente al espacio público a través de proyectos murales. Entre sus obras más emblemáticas se encuentran: “El Desarrollo Histórico de Paraná” (1953), el mural del Teatro Guaíra (1969) y el mural del Memorial da América Latina, en São Paulo (1988).

Poty, un narrador sensible, se mueve con naturalidad entre lo sagrado y lo profano, entre la celebración y el trabajo, componiendo en cada verso una crónica visual de las profundidades de Brasil. Su obra es, ante todo, un gesto de escucha —del tiempo, la tierra y la gente— que se transforma en verso —dice la curadora Juliane Fuganti.

El 29 de marzo de 2022, cumpleaños de Curitiba –y, coincidentemente, fecha de nacimiento del artista Poty Lazzarotto–, el MON recibió la mayor colección jamás donada a la institución: aproximadamente 4.500 piezas.

Esta colección cuenta con más de 3 mil dibujos y 366 grabados, además de tapices, tallados, serigrafías y esculturas, entre otros. La donación fue realizada directamente por el hermano del artista, João Lazzarotto.

Estas obras enriquecen aún más la colección del MON, que ha quintuplicado su tamaño en los últimos años, consolidando al Museo como uno de los más importantes de América Latina. 

Poty Lazzarotto (Curitiba, 1924-1998) siguió su camino a través del dibujo, profundizando después en el grabado, en el que se convirtió en maestro, siendo el creador del primer curso de grabado del Museo de Arte de São Paulo (MASP). Gran parte de su obra es biográfica y abarca desde recuerdos de infancia caminando entre vías y vagones de tren hasta registros de personas de Curitiba y los entornos que habitan.

 Poty es directo y sencillo en sus dibujos y grabados. Fue con esta característica espontánea que ilustró varias obras de la literatura brasileña, como Os sertões, de Euclides da Cunha, y Grande Sertão: Veredas, de Guimarães Rosa. Tampoco podía dejar de dar vida a los polémicos personajes de Curitiba retratados en las historias de otro ícono paranaense, Dalton Trevisan.

Como si su presencia en la literatura no fuera suficiente, Poty dejó su huella en toda Curitiba a través de sus monumentos o paneles de azulejos y hormigón aparente, práctica que comenzó con el panel “Desarrollo Histórico de Paraná”, de 1953, en la Praça 19 de Dezembro. Otros ejemplos de esta producción son los paneles del cruce de Nestor de Castro, en los que muestra, de un lado, la escena de una Curitiba que ya no existe, y, del otro, la evolución de la ciudad, surgida en medio del pinar, habitada por inmigrantes, y que se destaca en el campo del urbanismo.

Donada al Museo Oscar Niemeyer, la colección abarca la totalidad de esta producción. En ella podemos encontrar originales tantas veces reproducidos en libros y otras publicaciones sobre el artista, entramos en contacto con los dibujos que realizó en su expedición al Xingu, en 1967, y entramos en la intimidad de un Poty casi desconocido. Además, todavía encontramos bocetos, proyectos y estudios, y podemos ver la evolución de la línea, desde su juventud hasta su madurez. De este modo, la colección constituye un verdadero material etnográfico sobre el artista.

La colección también se compone, por supuesto, de obras terminadas, dibujos, xilografías, litografías, grabados en metal, tallados de madera y bloques de hormigón: miles de piezas que dan claro testimonio de la versatilidad del artista. A través de Poty, tomamos conciencia del arte que se hizo y se hace en Paraná. Preservar no sólo el legado de este artista, sino su memoria, es ante todo un deber, una tarea asumida y adecuadamente llevada a cabo por el Museo Oscar Niemeyer.

El MON realiza la exposición “Poty, el Narrador” en São Paulo, en el espacio White Box del Rosewood. Con curaduría de Juliane Fuganti y Marc Pottier, se trata de una selección de la colección del artista de más de 4.000 obras que forman parte de la colección permanente del MON.

Poty - O Narrador (SP)

Con trazos de tinta, carboncillo, sombra y sombreado: así es como esta selección de dibujos muestra las páginas de la vida en manos de Poty Lazzarotto. Aquí sólo hay lugar para la luminosidad del blanco y la crudeza del negro para expresar sentimientos y emociones.

A través de estos dibujos, seguimos las etapas casi siempre inevitables de la existencia del hombre común, pero también el camino de los que se salen de la norma, los excéntricos, los pecadores o transgresores, los que pierden el rumbo. La ausencia de color acompaña a los trazos de Poty, breves y sintéticos, pero también expresivos, que permiten captar rápidamente la esencia del personaje.

Esta exposición del Instituto Mirtillo Trombini es una selección de la Colección Poty Lazzarotto del Museo Oscar Niemeyer. Los dibujos aquí expuestos abarcan toda la carrera de Poty, desde su juventud hasta sus últimos años; son estudios para grabados e ilustraciones o simplemente dibujos para registrar la vida cotidiana, sin más pretensiones, como tanto le gustaba a este artista, que también fue cronista de su tiempo.  

Encargado de custodiar y preservar el valioso legado de Poty Lazzarotto, el Museo Oscar Niemeyer se ha convertido en un punto de referencia para la obra de este genial artista brasileño. Ahora, una de sus misiones es ampliar las fronteras y hacer que su obra llegue a un público cada vez más amplio y diverso.

Por ello, el MON organiza la exposición "Vida en blanco y negro: dibujos de Poty" en el Instituto Mirtillo Trombini de Morretes. Comisariada por Ricardo Freire, es una selección de la colección de más de 4.000 obras del artista que componen la colección permanente del MON.

Encargado de custodiar y preservar el valioso legado de Poty Lazzarotto, el Museo Oscar Niemeyer (MON) se ha convertido en un lugar de referencia para este genial artista brasileño.

Ahora, una de nuestras misiones es ampliar las fronteras y hacer que su obra llegue a un público cada vez más amplio y diverso.

El 29 de marzo, día del cumpleaños de Curitiba -y, casualmente, fecha del nacimiento de Poty Lazzarotto-, el MON recibió la mayor colección jamás donada a la institución: aproximadamente 4.500 piezas. Corría el año 2022.

Desde entonces, MON se ha convertido en el facilitador del acceso a las obras y en el guardián de la colección, que incluye más de 3.000 dibujos y 366 grabados, además de tapices, tallas, serigrafías y esculturas, entre otros.

Se trata de obras que enriquecen aún más la colección del MON, que se ha quintuplicado en los últimos años y cuenta actualmente con unas 14.000 obras de arte, albergadas en un espacio de más de 35.000 metros cuadrados, lo que convierte al MON en el mayor museo de arte de América Latina.

Juliana Vellozo Almeida Vosnika
Directora del Museo Oscar Niemeyer

Tinta china sobre papel, 32,6x23,9cm
Colección del Museo Oscar Niemeyer - Colección Poty Lazzarotto | Donación - João Lazzarotto

Tinta china sobre papel, 24x16,4cm
Colección del Museo Oscar Niemeyer - Colección Poty Lazzarotto | Donación - João Lazzarotto

Tinta china sobre papel, 24,7x17,3cm
Colección del Museo Oscar Niemeyer - Colección Poty Lazzarotto | Donación - João Lazzarotto

Tinta china sobre papel, 23,9x16,8cm
Colección del Museo Oscar Niemeyer - Colección Poty Lazzarotto | Donación - João Lazzarotto

Tinta china sobre papel, 17,8x27,2cm
Colección del Museo Oscar Niemeyer - Colección Poty Lazzarotto | Donación - João Lazzarotto

Instituto Mirtillo Trombini
Largo Lamenha Lins, 66 - Centro, Morretes - PR
De jueves a domingo y festivos de 11 a 17 horas

El Museo Oscar Niemeyer (MON) acoge en Morretes, en el litoral de Paraná, la exposición "La vida en blanco y negro: dibujos de Poty", comisariada por Ricardo Freire. Se trata de una selección de 50 dibujos que forman parte de las más de 4.000 obras del artista que forman parte de la colección permanente del MON. La exposición podrá verse a partir del 13 de junio en el Instituto Mirtillo Trombini.

"Poty Lazzarotto es uno de los grandes nombres del arte brasileño, y su obra lleva la identidad de Paraná en cada trazo. Llevar esta colección a diferentes regiones del estado es una forma de democratizar el acceso al arte, fortalecer el sentido de pertenencia y valorar la cultura local. Es nuestro compromiso garantizar que el legado de Poty trascienda las paredes de los museos y dialogue con el mayor número posible de personas", afirma la Secretaria de Estado de Cultura, Luciana Casagrande Pereira.

"Al haber recibido la responsabilidad de custodiar y preservar el valioso legado de Poty Lazzarotto, el Museo Oscar Niemeyer se ha convertido en un lugar de referencia para este genial artista brasileño", afirma la directora-presidenta del MON, Juliana Vosnika. "Una de nuestras misiones ahora es ampliar los límites y hacer que su obra llegue a un público cada vez más amplio y diverso", añade.

Con trazos de tinta, carboncillo, sombra y sombreado, esta selección muestra las páginas de la vida a través de las manos de Poty Lazzarotto. "A través de estos dibujos, seguimos las etapas casi siempre inevitables de la existencia del hombre común, pero también el camino de los que se salen de la curva, los excéntricos, los pecadores o transgresores, los que pierden el rumbo", explica el comisario.

La ausencia de color acompaña a los trazos de Poty, breves y sintéticos, pero también expresivos, que permiten captar rápidamente la esencia del personaje. Los dibujos abarcan toda la carrera del artista, desde su juventud hasta épocas recientes. Son estudios para grabados e ilustraciones o simplemente dibujos para registrar la vida cotidiana.

El 29 de marzo de 2022, día del cumpleaños de Curitiba - y, casualmente, fecha de nacimiento del artista Poty Lazzarotto - el MON recibió la mayor colección jamás donada a la institución: aproximadamente 4.500 piezas.

Esta colección incluye más de 3.000 dibujos y 366 grabados, así como tapices, tallas, serigrafías y esculturas, entre otros. La donación fue realizada directamente por el hermano del artista, João Lazzarotto.

Estas obras enriquecen aún más la colección del MON, que se ha quintuplicado en los últimos años, consolidando al museo como uno de los más importantes de América Latina.

Poty Lazzarotto (Curitiba, 1924-1998) comenzó su carrera como dibujante y luego se adentró en el grabado, donde se convirtió en maestro y fue el creador del primer curso de grabado del Museo de Arte de São Paulo (MASP). Gran parte de su obra es biográfica, desde recuerdos infantiles de vías de tren y vagones hasta registros de gente de Curitiba y el paisaje que habitan.

Poty es directo y franco en sus dibujos y grabados. Con esta característica espontánea ilustró varias obras de la literatura brasileña, como Os sertões, de Euclides da Cunha, y Grande Sertão: Veredas, de Guimarães Rosa. Tampoco podía faltar para dar vida a los controvertidos curitibanos retratados en los cuentos de otro icono paranaense, Dalton Trevisan.

Además de su presencia en la literatura, Poty dejó su huella por toda Curitiba a través de sus monumentos o paneles de azulejos y hormigón visto, una práctica que comenzó con el panel "Desarrollo histórico de Paraná", de 1953, en la Praça 19 de Dezembro. Otros ejemplos de esta producción son los paneles de la calle Nestor de Castro, en los que muestra, por un lado, la escena de una Curitiba que ya no existe y, por otro, la evolución de la ciudad, surgida en medio del pinar, habitada por inmigrantes, y que destaca en el campo del urbanismo.

Donada al Museo Oscar Niemeyer, la colección abarca toda su producción. En ella podemos encontrar originales a menudo reproducidos en libros y otras publicaciones sobre el artista, entramos en contacto con los dibujos que realizó en su expedición al Xingu en 1967, y nos adentramos en la intimidad de un Poty casi desconocido. Además, seguimos encontrando bocetos, proyectos y estudios, y podemos ver la evolución de su obra desde su juventud hasta su madurez. De este modo, la colección constituye un verdadero material etnográfico sobre el artista. 

La colección también se compone, por supuesto, de obras acabadas, dibujos, xilografías, litografías, grabados en metal, tallas de madera y bloques de hormigón: miles de piezas que dan claro testimonio de la versatilidad del artista. A través de Poty, conocemos el arte que se ha hecho y se hace en Paraná.

Preservar no sólo el legado de este artista, sino también su memoria, es ante todo un deber, una tarea que el Museo Oscar Niemeyer ha asumido y cumplido adecuadamente.

El MON expone en Morretes su colección permanente Poty Lazzarotto

MON organiza la exposición «Vida en blanco y negro: dibujos de Poty» en el Instituto Mirtillo Trombini de Morretes. Comisariada por Ricardo Freire, es una selección de la colección de más de 4.000 obras del artista que componen la colección permanente del MON.

Vida en blanco y negro: dibujos de Poty

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Duas características, principalmente, distinguem as artes da Ásia em relação ao Ocidente. Uma delas é o anonimato do autor. A segunda é a ausência de hierarquia entre as chamadas “belas artes” e as “artes aplicadas”. O asiático percebe o mundo de forma holística; ele não faz distinção entre a beleza de um móvel, de uma vestimenta, ou de um utensílio, que seriam “artes aplicadas”, no Ocidente, e a de uma pintura, um desenho, ou uma escultura, as “artes nobres” – “fine arts” –, por exemplo. Tudo para ele reflete o sopro criador, a Mão Divina que desvenda os desígnios do intelecto e da alma e se corporifica na criação. Para esse indivíduo, há tanta beleza e magia num quimono, numa tigela, ou numa cadeira, por exemplo, quanto na pintura ou escultura de um grande artista. 

Em alguns lugares, como no Japão e na China, a arte maior, se é que se pode chamar assim, é a caligrafia, a escrita que une o pensamento, refletido na palavra, ao gesto da mão que o concretiza. Em todo o continente, o Sagrado não tem autoria. Quase nada se sabe das mãos habilidosas que criaram as maravilhas da estatuária religiosa na Índia e em todos os demais países do Continente. A devoção do artista se eterniza na sua obra... e ele vai-se embora, sem deixar um rastro de memória. Somos transientes... a obra permanece!

Estamos nos referindo às culturas mais antigas do planeta, juntamente com o Egito, o Oriente Médio e as Américas pré-colombianas. Nesse universo, o peso da tradição impõe normas estéticas que perduram durante gerações, fazendo com que o olhar contemporâneo não consiga distinguir as diferenças entre uma cerâmica de mil anos e outra apenas centenária, ou até mais recente, por exemplo. Assim é que na China o grande artesão/artista é aquele que reverencia os seus mestres, o que faz com que ele se aplique a realizar uma obra tão semelhante quanto possível à original, muitas vezes até copiando o selo dinástico que era aposto nas porcelanas que haviam sido encomendadas pela corte imperial. Cópia ou reverência ao autor e à criação original?

A opulência das obras indianas confronta-se com o silêncio da estética japonesa. Para os japoneses, o Wabi-sabi (侘寂) é a ênfase da noção de impermanência que permeia todas as coisas. Myanmar, ex-Birmânia, é chamado de o “País Dourado”, tamanha a quantidade de ouro que recobre seus templos e suas pagodas budistas, assim como suas imagens. Aqueles que contribuem para revestir esses monumentos sagrados ganham méritos que viabilizarão uma melhor encarnação futura, a caminho do Nirvana, quando a nossa existência corpórea se transformará em energia pura e escapará dos ciclos do Samsara, a vida terrena repleta de sofrimento. Já o Paquistão austero se recusa a escancarar a beleza e se refugia na sobriedade da modéstia que o Alcorão, o livro sagrado, impõe. Mas, como somos humanos, o afeto escapa pela arquitetura desmesuradamente fantasiosa das carrocerias dos caminhões que cruzam suas estradas.

Mas nada melhor evidencia a riqueza da criatividade do artesão asiático que os têxteis. Desde o xale rudimentar à mais rica vestimenta, a tecelagem constitui o vasto e sábio repertório das civilizações que os criaram; da mesma maneira, as formas que o barro e a madeira esculpiram.

A alma asiática se manifesta em suas mais variadas formas, para nosso encantamento. É este o objetivo desta mostra.

Uma ode à beleza da cultura asiática e seu povo. 

É com muito orgulho e honra que recebemos a “Exposição Ásia: A Mão do Povo”. Uma valiosa mostra da rica cultura de diversos países do continente asiático.

São obras de beleza ímpar de países como China, Índia, Bangladesh, Japão, Tibet, Myanmar, Butão, Paquistão, Cazaquistão, Camboja e Afeganistão, que poderão ser vistas e apreciadas aqui em Cascavel, graças à parceria construída a partir de 2022 entre o Governo do Estado do Paraná, a Secretaria de Estado da Cultura, o Museu Oscar Niemeyer (MON) e o município de Cascavel.

Entendo que fomentar a cultura em nossa cidade e região é também contribuir para o desenvolvimento de nossos cidadãos, que primam pela criatividade e pela inventividade.

Agradeço ao colecionador Fausto Godoy pela generosidade em dispor essas joias do continente asiático para o povo paranaense, pois foi por meio de seu olhar sensível e da persistência que foi possível ter essa coleção tão rara e representativa da cultura desses povos.

Sempre acreditei que investir em cultura é fomentar o desenvolvimento do turismo e a geração de novos empregos, alavancando o comércio local e a indústria criativa na cidade, trazendo novas divisas e impulsionando ainda mais o desenvolvimento econômico.

Em 2022, Cascavel recebeu o título de 2ª Melhor Cidade do Brasil e o reconhecimento da Confederação Nacional de Municípios – CNM – como Polo Cultural do Sul do País. 

Cascavel avança mais, construindo o presente com olhos no futuro, sabendo que ações como a do MON em Cascavel nos enriquecem em conhecimento e, por extensão, enriquece nossa própria cultura.

Leonaldo Paranhos da Silva
Prefeito de Cascavel

O Museu Oscar Niemeyer (MON) é um dos ícones da cultura paranaense. Desde 2022, a instituição estabeleceu uma ponte sem precedentes na história de seus mais de 20 anos com a cidade de Cascavel. A “antena” do MON Cascavel expandiu o alcance do Museu e possibilitou que moradores de toda a região tenham acesso a coleções antes restritas à capital. 

Agora, temos o imenso prazer de apresentar à população da região “Ásia: a Mão do Povo”, um mergulho na tradição e história desse continente ao mesmo tempo tão distante e tão próximo de nós. A cultura asiática engrossa o caldo cultural formador das cidades do oeste do estado, gerando interesse e identificação.

Ao apresentar essa exposição, o MON avança na consolidação de sua célula e o estado reconhece a importância de Cascavel como polo turístico-cultural. Como filha dessa terra tão admirável, uno-me com orgulho a essa homenagem. 

Uma das principais missões da Secretaria de Estado da Cultura é promover a preservação e a difusão dos bens culturais de forma descentralizada. Nesse arcabouço, cabem as inúmeras iniciativas das políticas públicas de cultura que o Governo do Paraná tem empreendido.

A iniciativa extramuros do MON não apenas comprova que o Museu está em sintonia com os fluxos museais contemporâneos, como é a concretização da política pública de descentralização da cultura estabelecida no estado do Paraná.

A arte e a cultura são fundamentais para o desenvolvimento humano e para a construção de uma sociedade mais justa e igualitária. Que essa exposição contribua para a formação de novos espectadores e cidadãos.

Luciana Casagrande Pereira
Secretária de Estado da Cultura

É com muito orgulho que o governo do estado do Paraná leva a Cascavel a exposição “Ásia: a Mão do Povo”. São mais de 160 obras, parte do acervo do Museu Oscar Niemeyer, que, agora, serão apresentadas ao oeste do estado, em mais uma ação para democratizar a arte e a cultura em nosso Paraná. 

Queremos cada vez mais que paranaenses de todos os cantos do estado, dos grandes e pequenos municípios, tenham acesso à música, ao teatro e às exposições. 

O nosso plano de governo foi pensado para proporcionar essa descentralização e, ano a ano, estamos colocando os projetos em prática. 

A Orquestra Sinfônica agora sai dos palcos do Teatro Guaíra e leva seu repertório a vários espaços, em diferentes regiões do Paraná. O nosso Balé também segue esse caminho e invade as praças em espetáculos ao ar livre. E o que falar dos programas “Cinema na Praça” e “Trilhando pelo Paraná”, que oferecem à população de municípios com menos de 5 mil habitantes e baixo IDH filmes e peças teatrais? 

É uma alegria ver a arte chegando a todos os paranaenses, em especial a esse local, o Teatro Municipal de Cascavel, que, desde o ano passado, recebe recortes da coleção do MON e, desta vez, apresenta, sob a curadoria de Fausto Godoy e Marco Baena, a beleza e as particularidades da cultura asiática.

Carlos Massa Ratinho Junior
Governador do Paraná

O Kalamkari é um tipo de tecido de algodão pintado à mão, produzido na região do Deccan, no centro-sul da Índia, que era anteriormente parte do sultanato muçulmano de Golconda.

Tradicionalmente, essas telas ilustravam a performance de trovadores, conhecidos como chitrakars, que se deslocavam de aldeia em aldeia para contar aos habitantes, em palcos improvisados, histórias da mitologia hindu. Essa arte é encontrada também em grandes painéis nos templos hindus.

O Kalamkari retrata, sobretudo, os épicos religiosos Ramayana e Mahabharata. Entretanto, nos últimos tempos, os artistas ampliaram essa iconografia e passaram a ilustrar o Buda, instrumentos musicais, pequenos animais, flores e alguns símbolos hindus.

Apenas corantes naturais são usados nessa técnica, que envolve 23 etapas extremamente complexas e demoradas. A arte do Kalamkari tem sido praticada ao longo de gerações por muitas famílias na região de Andhra Pradesh, que dela ganham seu sustento. Ela sofreu um período de declínio, porém, foi revivida, na Índia e no exterior, pelo artesanato, que era muito apreciado pelos colonizadores britânicos como decoração para suas vestimentas.

A pintura chamada Madhubani, também conhecida como Mithila, é uma forma de arte praticada na região de Mithila, na Índia, e no Nepal. Seu nome advém do estilo desenvolvido no distrito de Madhubani, no estado de Bihar, na Índia, onde se originou. Ela era tradicionalmente praticada pelas mulheres de várias comunidades da região.

Os artistas criam essas pinturas lançando mão de uma variedade de meios, incluindo seus próprios dedos, gravetos, pincéis, canetas e até palitos de fósforo. A tinta é preparada usando corantes e pigmentos naturais. 

Essas pinturas são caracterizadas por seus padrões geométricos que retratam sobretudo pessoas em associação com a natureza, bem como divindades dos épicos religiosos. Podem ilustrar também ocasiões específicas como festivais religiosos, nascimentos e casamentos. Elementos naturais como o Sol, a Lua e plantas religiosas, como o tulsi (manjericão sagrado), são também temas recorrentes. Geralmente, nenhum espaço é deixado vazio; as lacunas são preenchidas por pinturas de flores, animais, pássaros e até desenhos geométricos. Essa arte, que era passada de geração em geração nas famílias, ainda permanece viva e espalhada por toda a região de Mithila.

Myanmar (anteriormente conhecida como Birmânia) é uma nação etnicamente diversa, com 135 grupos distintos oficialmente reconhecidos pelo governo. Eles são agrupados nas oito “principais raças étnicas nacionais” definidas pela legislação. São eles: Kachin, Karen, Karenni, Chin, Mon, Bamárs, Arakan e Shan. Os birmanes ou bamárs são o principal grupo étnico. Eles são um povo de origem sino-tibetano e embora não ocorra um censo confiável no país há mais de um século, estimativas preliminares consideram que eles constituem aproximadamente 68% da população. Existem, porém, muitos outros grupos não reconhecidos – entre os quais, descendentes dos chineses e dos indianos que foram deslocados para a região pelos colonizadores britânicos.

Todas essas etnias têm línguas, tradições e crenças próprias, que contribuem para a densidade cultural do país e, de sobejo, para a dificuldade de administrar tamanha diversidade. 

Muitas religiões são praticadas no país, na maioria das vezes sem confrontos, com a notável exceção de algumas minorias étnicas, como os muçulmanos rohingyas, que continuam a ter seu status de cidadania negado e são tratados como imigrantes ilegais. 

Cerca de 89% da população é adepta do budismo; 4% da população pratica o islamismo; 4%, o cristianismo; 1%, as crenças animistas tradicionais; e outros 2% seguem outras religiões, incluindo o hinduísmo e as religiões da Ásia Oriental. 

A DENSIDADE ÉTNICA E CULTURAL DE MYANMAR

Os Daruma são bonecos folclóricos japoneses inspirados em um monge budista que existiu na vida real. A data de seu nascimento é desconhecida, mas sabe-se que faleceu no ano 528 EC. Nascido numa família de nobres brâmanes da Índia, ele foi à China ainda jovem na busca de desenvolver sua espiritualidade, atingindo, segundo a lenda, a iluminação espiritual conforme os preceitos budistas. É atribuída a ele a fundação do zen-budismo, no final do século V.

Daruma é um dos principais ícones do folclore japonês. Bastante presente no dia a dia da população, os bonecos são vendidos no final e no início do ano e nos Matsuri, as festas religiosas nos templos budistas e xintoístas. Vestido de vermelho, com um formato arredondado e peso no fundo, ele se levanta assim que é tombado e se reergue, não importa quantas vezes vá ao chão. Por esse motivo, é considerado um amuleto para o sucesso.

Um hábito tradicional é fazer um pedido pintando apenas um dos olhos do boneco e, quando o desejo for realizado, pintar o outro. Esse gesto, que pode ser visto também quando o estudante é aprovado no vestibular, ou quando um candidato ganha as eleições, é relacionado à cerimônia do Kaigen, ou Buddhābhiseka, na qual estátuas budistas são consagradas e “recebem suas almas”.        

As tribos Chin, da região de Mrauk U, em Myanmar, perto da fronteira com Bangladesh, são notórias pela intrincada tatuagem que cobre o rosto das mulheres. Cada área do estado tem um padrão distinto. Dessa forma, é possível discernir de onde uma mulher vem pelo padrão em seu rosto.

Existem três linhas de pensamento sobre por que as mulheres Chin são tatuadas, embora nada tenha sido repertoriado formalmente. Uma razão histórica dada para esse costume é que os reis birmaneses viajavam para o Estado de Chin e selecionavam as meninas bonitas para o seu harém; tatuadas, elas se tornavam indesejáveis. Era, portanto, uma forma de os pais protegerem suas filhas. Outra narrativa é que tribos vizinhas sequestravam meninas, então dar-lhes uma marca tribal distinta era uma tática de prevenção. Alguns dizem que os habitantes dessas aldeias afirmaram que era crença entre a comunidade cristianizada do povo Chin que apenas as mulheres tatuadas iriam para o céu. Como crentes aguerridos do cristianismo, esta seria uma razão plausível.

Por mais de um milênio, a comunidade Chin tatuou os rostos de suas jovens. Entretanto, essa prática não é mais permitida pelas autoridades, que a proibiram na década de 1960; nem a geração mais jovem está interessada em seguir esta tradição. Atualmente existe apenas um punhado dessas mulheres tatuadas. Portanto, essa parte da cultura Chin logo desaparecerá.

O Nakshi Kantha, um tipo de colcha bordada, faz parte de uma tradição centenária em Bangladesh e nos estados de Bengala Ocidental, Tripura e parte de Assam, no nordeste da Índia. Os materiais básicos utilizados são a linha e um pano velho. Como qualquer outra arte popular, a sua criação é influenciada por fatores como os materiais disponíveis, as necessidades diárias, o clima, a geografia e fatores econômicos. 

Kantha consiste no ponto mais simples na linguagem do bordado – o chamado “ponto corrido”. Mesmo que nenhuma simetria estrita específica seja seguida, a maioria dos Kanthas terá um ponto focal, em torno do qual os temas se desenvolvem. Os motivos do Nakshi Kantha são profundamente influenciados pelas crenças religiosas e pela cultura. Eles podem incluir imagens de flores e folhas, pássaros, peixes, animais e pessoas.

Provavelmente, a forma mais antiga de Kantha foi a colcha de retalhos. As mulheres hindus, durante o século XIX, usavam formas humanas e de animais para contar histórias de deuses e deusas. E as mulheres bengalis foram se inspirar no rico folclore regional, bem como em histórias contemporâneas como tema para as suas composições. 

Hoje em dia, o Nakshi Kantha é tratado como uma forma tradicional de arte popular, mas serve também de inspiração para os melhores designers em suas criações de alta-costura.

A TRADIÇÃO DO NAKSHI KANTHA EM BANGLADESH E NA ÍNDIA

A Ásia Central sempre foi uma encruzilhada cultural. Ela está no centro da chamada Rota da Seda, o complexo sistema milenar de rotas comerciais que se estendia da China ao Mediterrâneo. A arte da Ásia Central reflete a rica história dessa vasta área e é o lar de uma enorme variedade de povos, religiões e modos de vida. Essa diversidade responde pela notável combinação de influências que corroboram a natureza multicultural das sociedades da região.

Desde o final do segundo milênio AEC, as savanas – que se estendem do Mar Cáspio à China central e do sul da Rússia ao norte da Índia – têm sido o lar de pastores migrantes que praticam uma economia mista à margem das sociedades urbanas sedentárias. Essas vastas áreas abertas abrigam várias tribos que levam uma vida nômade vivendo em yurtas, que são tendas que são armadas e desarmadas à medida que seguem os seus rebanhos. Esse modo levou seus habitantes a desenvolverem uma gama específica de têxteis que utilizam como proteção contra os elementos da natureza, entre eles os feltros, além de bordados para a decoração do ambiente. 

Nesse universo amplo e despovoado a música desempenha um papel importante como agregadora das comunidades. Nesse contexto, são fundamentais os instrumentos de corda e de percussão, principalmente, para acompanhar o canto.

As bandeirolas de oração tibetanas são tecidos retangulares coloridos, que são pendurados ao longo das trilhas e dos picos das montanhas no alto dos Himalaias. Eles são usados para abençoar a paisagem e para outras finalidades protetoras.

A lenda atribui sua origem ao próprio Buda. Tradicionalmente, elas vêm em conjuntos de cinco. As cinco cores representam os cinco elementos e as Cinco Luzes Puras. Diferentes elementos são associados a essas cores, refletindo diferentes tradições e propósitos. O azul simboliza o céu e o espaço; o branco, o ar e o vento; o vermelho simboliza o fogo; o verde, a água, e o amarelo simboliza a terra.

Tradicionalmente, as bandeirolas de oração são usadas para promover a paz, a compaixão, a resiliência e a sabedoria. Os tibetanos acreditam que as orações e mantras serão dispersados pelo vento e irão, assim, espalhar a compaixão por todo o espaço ao seu redor. 

Essas orações tornam-se parte permanente do universo à medida que as imagens se esmaecem e desaparecem devido à exposição aos elementos. Assim como a vida segue em frente e é substituída por uma nova vida, os tibetanos renovam suas esperanças instalando continuamente novas bandeirolas ao lado das antigas. Esse ato simboliza a aceitação das mudanças da existência e o reconhecimento de que todos os seres fazem parte de um ciclo maior e contínuo.

A impressão de padrões com carimbos em têxteis, geralmente de linho, algodão ou seda, por meio de blocos de madeira esculpidos, está tão intimamente relacionada com outros métodos semelhantes de criação, como pintura, tingimento e tecelagem, que é quase impossível determinar o momento em que essa técnica passou a ser utilizada para decorar as vestimentas.

Esses blocos podem ser feitos de várias espécies de madeira. Eles variam consideravelmente em tamanho, porém, devem sempre ter entre dois e três centímetros de espessura, caso contrário poderão empenar. A impressão requer grande destreza e paciência de parte do artesão para que as diferentes formas e cores que se sobrepõem para formar o desenho final coincidam, caso contrário ele ficará desfocado.

A grande maioria dos artesãos utiliza esse método. A cidade de Jaipur, na Índia, é considerada como um dos principais centros de criação e fabricação dessa forma de artesanato na Ásia. Nos ateliês caseiros espalhados por toda parte, ainda é possível encontrar chippas, uma casta de artistas-tipógrafos que continuam, dia após dia, a estampar largas quantidades de tecido de algodão coloridos usando esses blocos de madeira esculpidos à mão. Eles aprenderam esse ofício com seus pais, que, por sua vez, foram ensinados por seus ancestrais – cada geração operando quase exatamente como a anterior há pelo menos 300 anos.

Jamdani (জামদানি) é um tecido de musselina fina que mistura fios de algodão e de ouro, que é produzido há séculos às margens do Rio Shitalakhwa, em Bangladesh. É uma das formas mais demoradas e trabalhosas de tecelagem no tear manual. 

Historicamente, a sua produção aumentou e se sofisticou sob o patrocínio da corte dos imperadores moguls, que dominaram o sul da Ásia entre 1526 e 1857. Durante o colonialismo britânico, as indústrias de jamdani e de musselina bengali declinaram rapidamente devido às políticas coloniais de importação que favoreciam os têxteis industrializados. 

Nos anos mais recentes, sua produção registrou um renascimento no país. Em 2013, a arte tradicional da tecelagem de jamdani foi declarada “Patrimônio Cultural Imaterial da Humanidade” pela UNESCO.

As chamadas “marionetes de luva”, conhecidas na China como “Bu Dai Xi” (꼈덟狗), são bonecos tradicionais encaixados como luvas nas mãos dos artistas que os manipulam. É uma forma única de entretenimento que os titereiros muitas vezes utilizam para recriar cenas e lendas do folclore popular chinês.

Esse tipo de performance, que teve seu formato desenvolvido na província de Fujian, no sul da China, remonta ao século XVI ou XVII, de onde se espalhou por todo o sudeste da Ásia, levado pelos migrantes chineses. Entretanto, pesquisadores revelaram que esse tipo de narrativa já existia naquela região desde pelo menos 200 AEC.

Os bonecos nesta exposição foram criados pela companhia “Ho Lo Fang Classical Puppet Art”, de Taipé/Taiwan. Eles foram meticulosamente elaborados à mão e apresentam uma grande quantidade de detalhes, com características faciais distintas e bordados nas roupas, que reproduzem, de certa forma, os trajes da ópera clássica da China.

O culto aos Nats, a religião popular birmanesa, preexiste ao budismo, que foi introduzido na região de Myanmar pelo imperador Anawrahta Minsaw, da dinastia Bamár, no século XI. Segundo a crença, essas divindades e espíritos animistas regulam todos os acontecimentos na vida das pessoas e da sociedade.

Existem dois tipos de Nats: os Nat Sein, que são seres humanos que foram divinizados após a morte, e os demais Nats,Nats, que são espíritos da natureza (espíritos de água, árvores, do vento, etc.).

Os mais importantes entre eles constituem um grupo coletivamente chamado de “Trinta e Sete”, formado por espíritos de indivíduos que tiveram uma morte violenta. Eles são chamados a proteger o crente desde que devidamente propiciados e respeitados, e de causar dano quando ofendidos ou ignorados.

Os Nats são apaziguados por oferendas de alimentos ou flores, dadas em todas as ocasiões importantes. Entre os festivais especiais de Nats específicos estão os que homenageiam os irmãos Taungbyon, que teriam sido executados no século XI, e o considerado “Rei dos Trinta e Sete”, Thagya Min, que é associado ao deus indiano Indra, que, na mitologia hindu, é relacionado ao clima e ao fluxo dos rios.

Os objetos de cerâmica colocados nos túmulos retratavam a vida quotidiana do falecido. Eles passaram a ser feitos a partir do século II AEC com o objetivo de substituir os seres vivos que eram sacrificados quando da morte de um imperador, de um membro da alta nobreza, ou de um militar, para acompanhá-lo e servi-lo no além-vida. Havia a crença de que o que fosse representado nas figuras tornar-se-ia disponível para o falecido. O tamanho e a quantidade de figuras colocadas na sepultura dependiam da classe social do defunto.

As figuras, chamadas mingqui em mandarim, representavam muitas vezes serviçais, soldados (em túmulos masculinos) e atendentes, como dançarinos e músicos. Os animais retratados eram na maioria das vezes cavalos, mas há um grande número de camelos, demonstrando a importância do comércio, principalmente através da Rota da Seda, que levava mercadorias da China para o Ocidente. 

As representações humanas eram realistas em um grau sem precedentes na arte chinesa. Há também figuras imaginárias e dos monstruosos “espíritos da terra” (os lokapalas), que guardavam os túmulos contra os ataques dos espíritos e dos humanos. Essas figuras eram dispostas no formato de uma procissão de funeral. O tamanho e a quantidade de figuras dependiam da classe social do falecido.

O “Pabuji Ki Phad” é uma pintura de caráter heroico-religioso que celebra a epopeia de Pabuji, líder do clã Rathore, dos Rajputs, do deserto do Rajastão, na Índia. Ele é uma divindade folclórica, também cultuada em partes das regiões de Gujarat e da planície do Rio Indo. 

Segundo a lenda, que data do século XIV, sua família vivia na aldeia de Kolu. Sua mãe natural teve quatro filhos, dois varões (Buro e Pabuji) e duas mulheres (Sonalbai e Pemabai). Mas Pabuji era uma divindade encarnada, nascido de uma ninfa celestial, a qual lhe havia prometido que quando ele tivesse 12 anos de idade ela voltaria na forma de uma égua para servir de sua montaria.  

Sua vida e as batalhas que venceu para firmar o poder de seu clã são cantadas por menestréis ambulantes, que vão de aldeia em aldeia narrando os seus feitos em frente a uma tela coberta de imagens que os artistas iluminam, parte a parte, com a luz de uma vela, à medida que a narrativa se desenrola nas noites do deserto.

As três características básicas associadas a essa forma de arte-performance são: 1) a lenda épica de Pabuji, exaltado como uma encarnação da divindade adorada pelo clã dos Rabari, do Rajastão; 2) o Phud, a longa pintura feita de pano retratando a vida de Pabuji e suas aventuras; e 3) os menestréis bardos, conhecidos como os Bhopas, que cantam a sua história.

Sumô (相撲) é um esporte de luta de contato na qual um rikishi (lutador) força outro rikishi para fora de um ringue circular (dohyō) ou o faz tocar o solo com qualquer parte do corpo que não sejam as solas dos pés.

Esse esporte é geralmente considerado um gendai budō (arte marcial japonesa moderna). Entretanto, o esporte apresenta uma história que data de séculos. Muitas tradições antigas estão preservadas. Ainda hoje o esporte inclui muitos rituais, como o uso da purificação do espaço de luta pelo sal, remetendo à época quando o sumô fazia parte intrinsecamente da religião xintoísta. 

A vida dos lutadores é muito rígida e a maioria deles deve viver em campos de treinamento comunais, conhecidos em japonês como heya, onde todos os aspectos de suas vidas diárias – de refeições à maneira de se vestir – são ditados pela tradição. 

Alguns lutadores de sumô brasileiros têm participado de competições no Japão.

Os Warli – ou Varli – são uma tribo que vive nas regiões montanhosas e nas costas do oeste da Índia. Têm crenças animistas, estilo de vida, costumes e tradições próprios. Entretanto, fruto da aculturação a que foram expostos pelas outras culturas da região, passaram a adotar muitas crenças provenientes do hinduísmo. 

Os Warli falam a língua varli, não escrita, que pertence ao espectro maior das línguas indo-arianas. No livro “The Painted World of the Warlis”, a escritora Yashodhara Dalmia afirmou que as tradições dos Warli remontam a 2500 ou 3000 AEC. Suas pinturas murais são semelhantes às feitas entre 500 e 10.000 AEC nas paredes das cavernas rupestres da região de Madhya Pradesh, o que demonstra a ancestralidade da sua arte. 

As pinturas sobre têxteis usam a argila como base de fundo e as pinturas são feitas com pasta de arroz. Elas mostram o quotidiano da sociedade e algumas fazem alusão às divindades ancestrais que sobreviveram à presença do hinduísmo.

Riquixá (rickshaw, em inglês) é um dos principais meios de transporte nas áreas urbanas de Bangladesh. Com a melhora da comunicação rodoviária em todo o país, o riquixá encontra agora caminho também para as áreas rurais.

Os primeiros riquixás chegaram a Daca, a capital de Bangladesh, em torno de 1930. Eles vieram de Calcutá, na Índia, trazidos pelos exportadores europeus de juta, que os importavam para seu uso pessoal. O novo veículo despertou grande curiosidade junto à população, que estava acostumada tradicionalmente com as carruagens, os palanquins e os barcos que navegam pelos canais da cidade.

Estimativas sugerem que atualmente os riquixás são fonte de renda para quase três milhões de pessoas em Daca, contribuem em cerca de 50% do valor no setor dos transportes e empregam indivíduos de várias profissões, não somente como pilotos, mas também como fabricantes da carcaça.

Dessa forma, um grande número de pessoas depende, como meio de vida, da fabricação e da decoração dos riquixás. Essa forma de arte é um fenômeno sobretudo urbano, que remonta à década de 1950 e compartilha alguma semelhança, em termos de temática e execução, com os cartazes de filmes que até hoje são pintados à mão nos cinemas da cidade. Isso decorre do fato de que muitos artistas de riquixás pintavam, também, esses outdoors, ou aprenderam o ofício com outros pintores de cartazes.

Essa arte é passada do ustad (mestre) para o aprendiz. Há muita cópia, seja em razão da popularidade de alguns temas, seja pela influência do mestre-artesão. As pinturas são executadas rapidamente, com tintas de esmalte prontas, que não permitem mistura, de modo que as cores primárias brilhantes são as mais populares. A pintura, por sua vez, é plana, sem sombras, perspectiva ou escala determinada.

Existem variações na arte dos riquixás nas diferentes cidades de Bangladesh. Entre os temas populares estão cenas de filmes e retratos de estrelas de cinema. Os artistas nem sempre assinam seus trabalhos – em vez disso, substituem sua assinatura pelo nome do proprietário da garagem ou do fabricante do riquixá. É provável que, com seu crescente reconhecimento  – uma coleção de pinturas de riquixás foi doada ao Museu Nacional de Bangladesh –, essa forma de arte passará a ser reconhecida como tal e os artistas adquirirão crescente notoriedade e até mesmo fama.

Os “matsuris” são festivais tradicionais que ocorrem em diversas localidades do Japão e também em lugares do planeta onde vivem expressivas populações nikkei. Os Matsuri têm sua origem na religião Shintō (xintoísmo). Eles eram originalmente organizados para celebrar a divindade (神 kami) de um santuário. Essa dimensão sagrada ainda continua sendo a principal razão para a existência desses festivais, que são parte essencial da cultura japonesa. Eles tomam a forma de manifestações de dança, música, comidas e atrações culturais. Existem centenas de eventos desse tipo em todo o Japão, espalhados pelos vilarejos e cidades.

Entre os mais importantes, encontram-se os que celebram atributos e valores tanto femininos como masculinos que os japoneses consideram como os ideais almejados para a sua prole. O costume de exibir bonecos teve início durante o período Edo (1603 a 1867 EC). Antigamente, as pessoas acreditavam que eles possuíam o poder de afastar os maus espíritos e, dessa forma, proteger o proprietário.

As bonecas representam os ideais de beleza, gentileza, graciosidade e esperança num futuro auspicioso que os pais desejam para suas filhas, como um bom casamento, por exemplo. Essas bonecas são transmitidas de mãe para filha durante gerações. Assim é que no terceiro dia do mês de março é celebrado o Hina Matsuri – “Dia das Meninas” –, quando é armado um “altar” que exibe uma corte imperial, símbolo de um matrimônio rico e feliz.

Já no dia 5 de maio é celebrado o “Dia dos Meninos” (Kodomo no Hi), momento em que são expostos bonecos de guerreiros samurais que celebram os valores masculinos, juntamente com flâmulas de carpas, chamadas de koinobori, que são penduradas nos jardins e quintais das casas. Os bonecos e os capacetes que representam samurais relembram os valores do Bushido, que é um código de conduta e sistema de vida comparável ao do “cavaleiro” no Ocidente medieval. O conceito teve origem entre os séculos XI e XIV, tomando forma na figura e vida dos samurais, entre os séculos XII e XVI, transmutado num código de honra, o Bushido.

NINGYOS: O MASCULINO E O FEMININO NO JAPÃO

O Dia dos Meninos (こどもの日) é um feriado que ocorre anualmente no Japão, no diwa 5 de maio. É um festival destinado a celebrar a personalidade das crianças do sexo masculino e auspiciar-lhes felicidades.

Esse festival – “Matsuri” – foi designado Feriado Nacional pelo governo japonês em 1948, mas tem longa tradição na cultura japonesa. Suas raízes se reportam ao festival “Tango no Sekku” (端午の節句), originalmente o dia em que as mulheres purificavam a casa com flores de íris, que, se acreditava, eram eficazes para repelir os espíritos malignos que rondavam os lares. O festival foi alterado para celebrar os valores masculinos durante o xogunato Kamakura (1185-1333 EC), quando a classe samurai assumiu o controle do poder.

“Tango no Sekku” tornou-se, então, uma cerimônia destinada a afastar espíritos malignos que viessem a perseguir os meninos da classe dos samurais. Armaduras japonesas, kabuto (capacetes) e espadas japonesas (katana) passaram a ser exibidos nas casas onde havia meninos. A partir do período Edo (1603-1867), passaram a ser expostos também bonecos representando samurais (武者人形, musha ningyo), e flâmulas retratando carpas (koinobori), que eram dependuradas nos jardins das residências. A carpa, na cultura japonesa, é símbolo de força, persistência, bravura e sucesso, pois esse peixe consegue escalar as correntezas íngremes das cataratas sem qualquer ajuda. 

Esses valores têm suas raízes no Bushidō, que é um código de conduta e um sistema de vida que podem ser comparáveis aos do cavaleiro medieval no Ocidente. Dá grande importância a certas virtudes como a frugalidade, a lealdade, o domínio das artes marciais e a honra, até à morte, se necessário para preservá-la. O conceito teve origem entre os séculos XI e XIV, e tomou forma específica, consubstanciada na figura e vida dos samurais, entre os séculos XII e XVI. Durante o xogunato Tokugawa (século XIV a XIX EC), o Bushido tornou-se o código oficial de conduta sob a lei feudal japonesa.

O termo “Orientalismo” descreve o longo processo histórico através do qual o Oriente foi construído nas mentes ocidentais, tendo por referência os conceitos próprios do Ocidente, impedindo, assim, que consideremos as culturas orientais tal como elas são e não como as percebemos. 

Essa questão é fundamental para entendermos a civilização islâmica. Os muçulmanos consideram o Alcorão inviolável. Eles creem que o Alcorão é a palavra literal de Deus (Allah) revelada ao profeta Maomé ao longo de 23 anos, a partir de 632 EC, e constitui o derradeiro dos livros sagrados revelados à humanidade. 

Ele define leis para a sociedade que abrangem uma vasta gama de temas como o conceito do Divino, a moralidade, os direitos individuais e coletivos e a economia, entre muitas outras questões. O Alcorão é, portanto, ao mesmo tempo código religioso, ético e político, no sentido lato. Prega a igualdade entre os povos, o direito à vida pacífica, à propriedade, à liberdade religiosa, o direito das mulheres e a hospitalidade, entre uma ampla gama de temas. 

Os muçulmanos acreditam que o Islã é a versão derradeira, completa e universal de uma fé primordial que foi revelada através de profetas como Adão, Abraão, Moisés e Jesus Cristo, entre outros. Para eles, essas revelações anteriores, ou seja, a Torá e os Evangelhos – que são o esteio do judaísmo e do cristianismo –, são consideradas predecessoras espirituais do Alcorão e, como tal, igualmente sagradas.

Existem duas grandes denominações islâmicas: os sunitas (85-90%) e os xiitas (10-15%) dos fiéis no planeta. Embora as diferenças entre essas duas vertentes tenham surgido inicialmente das divergências sobre a sucessão de Maomé, elas cresceram para cobrir uma dimensão mais ampla, tanto teológica quanto juridicamente. 

Os povos islâmicos formam pouco mais de 1/5 da população mundial. Os muçulmanos constituem a maioria da população em 49 países. Em todo o mundo, aproximadamente 12% deles vivem na Indonésia, o país de maior população muçulmana; 31% vivem no sul da Ásia; 20%, no Oriente Médio e no norte da África; e 15% na África Subsaariana.

Entretanto, em cada três nascimentos no planeta, um é de um muçulmano.  Em 2060, os muçulmanos deverão empatar com os cristãos e ainda que essas duas religiões devam crescer acima da taxa mundial (32%), segundo as previsões, o islamismo crescerá muito mais (70%) e os cristãos, menos (34%).

O teatro de sombras, também conhecido como fantoches de sombra, é uma forma antiga de contar histórias e de entretenimento que utiliza figuras planas recortadas e articuladas, que são colocadas entre uma fonte de luz e uma tela translúcida. 

As formas recortadas desses bonecos, na maioria das vezes feitos de couro recortado e pirogravado, incluem cores translúcidas ou outros tipos de detalhes. Vários efeitos podem ser alcançados movendo-se os bonecos e a fonte de luz. Um titereiro talentoso pode fazer a figura parecer andar, dançar, lutar, acenar e até mesmo rir.

O teatro de sombras é popular entre crianças e adultos, em várias culturas. Mais de 20 países ao redor do mundo são conhecidos por terem trupes de teatro de sombras. Essa é uma tradição antiga, com uma longa história no Sudeste Asiático, especialmente na Indonésia, Malásia, Tailândia e Camboja, e constitui uma forte tradição popular viva na China, Índia, Irã e Nepal. 

Na Índia, particularmente, eles fazem parte da cultura religiosa. Suas apresentações ocorrem geralmente em palcos de plataforma anexados aos templos hindus; em algumas regiões eles são chamados de Koothu Madams ou Koothambalams. Em muitas regiões, as peças são encenadas por famílias de artistas itinerantes, em palcos temporários, durante os principais festivais religiosos. 

Os épicos hindus Mahabharata e Ramayana dominam seu repertório, ainda que os detalhes e as histórias variem regionalmente. Esse último é particularmente encenado: conta a história do deus-herói Rama na sua luta para resgatar sua consorte, Sita, que havia sido raptada pelo demônio Ravana, Rei de Lanka. Nessa empreitada ele é auxiliado pelo deus-macaco Hanuman, retratado nesta exposição pela peça de couro proveniente do sul da Índia.

Wabi-Sabi (侘寂) é, ao mesmo tempo, um ideal filosófico e uma abordagem com relação à vida, segundo os conceitos do zen-budismo. Ele foi introduzido no Japão por Sen no Rikyu, através da cerimônia do chá, por volta do século XVI, durante o xogunato Muromachi (1336 a 1573 EC). Tem por base os ensinamentos budistas do fundamento da existência: anicca (impermanência); dukkha (sofrimento); e anatta (não-eu).

Literalmente, “Wabi” significa simples, rústico, enquanto “Sabi” se refere à beleza da idade e do desgaste do tempo. Por ser uma expressão exclusivamente japonesa, não possui uma tradução exata em português nem em outros idiomas. Seus conceitos focalizam a transitoriedade e a impermanência, tanto da nossa existência quanto das coisas que nos cercam. Diante desta última realidade – ou seja, a nossa finitude –, torna-se impossível alcançar a perfeição, tanto para nós mesmos quanto em relação ao mundo que nos rodeia: tudo passa e se transforma.

Através do Wabi e Sabi é possível atingir o vazio da mente, que nos traz a tranquilidade e a quietude que nos conscientizam dessa realidade, tanto a respeito de quem somos quanto da natureza que nos cerca. Essa constatação nos estimula a viver uma vida frugal e a conviver com as nossas insuficiências e imperfeições, induzindo-nos ao desapego. 

Tais conceitos se cristalizam na produção artística voltada para a natureza e o rústico, o singelo e o imperfeito; para o aspecto natural, enfim. Essa maneira de perceber a existência reflete-se no afeto que os japoneses dedicam à simplicidade e à sutileza.

A arte de decorar caminhões e ônibus é muito comum na Índia e no Paquistão. Ela é uma maneira de demonstrar a riqueza, o poder e o caráter dos seus proprietários. Muitos desses veículos recebem uma decoração altamente personalizada, cuja confecção pode custar até milhares de dólares. Várias delas contêm temas e elementos que lembram aos caminhoneiros os seus lares, já que eles podem ficar fora de casa por meses a fio. 

Em muitos casos, a decoração requer mudanças estruturais na carroceria do veículo: pintura, caligrafia e decoração ornamental, assim como trabalhos de espelho na dianteira e na traseira; portas de madeira esculpidas são maneiras de chamar a atenção dos transeuntes para o veículo, da mesma forma que as correntes e os pingentes pendurados nos para-choques. Essa decoração é muitas vezes realizada em oficinas de ônibus. 

Tão importante é o fator estético que nos casos em que o proprietário contrata os motoristas, estes muitas vezes escolhem o veículo pela beleza e riqueza de ornamentos. Quanto mais agradável for a sua estética, melhores  e mais capacitados serão seus motoristas. 

No Paquistão, representações de cenas históricas, de heróis nacionais e versos poéticos são comuns. Na Índia, motivos representando águias, pipas, bezerros e bordões como “HORN PLEASE” (buzine por favor) são onipresentes na traseira das carrocerias.

Os Naga constituem vários grupos étnicos nativos do nordeste da Índia e noroeste de Myanmar. Esses grupos, que têm culturas e tradições semelhantes, formam a maioria da população fronteiriça entre os dois países.

Eles são divididos em várias etnias que falam línguas distintas e vagamente interconectadas entre si dentro do tronco linguístico Naga, ainda que ininteligíveis para os demais. Essa diversidade de línguas e tradições resulta provavelmente das múltiplas influências culturais que assimilaram durante suas sucessivas migrações, muitas delas conflituosas.

O povo Naga adora cores, como é evidente nos xales, que são desenhados e tecidos por mulheres. Os padrões das roupas são tradicionais para cada grupo. São utilizadas variedades de sementes e contas em suas roupas, juntamente com uma ampla gama de materiais, incluindo vidros, conchas, pedras, dentes ou presas, garras, chifres, metais, ossos, madeiras, sementes, cabelos, etc.

A história do povo Naga remonta a séculos, mas os registros escritos surgiram pela primeira vez durante o reino de Ahom, no período medieval da história indiana (1228-1826 EC). Os Naga viviam uma existência totalmente isolada do mundo exterior. Isso mudou, porém, no século XIX, quando eles sofreram várias invasões dos reinos vizinhos.

Ao longo desse século eles resistiram às tentativas dos britânicos de subjugá-los e abolir suas práticas tradicionais, como a caça à cabeça dos guerreiros das tribos vizinhas. Nesse enfrentamento, as autoridades coloniais responderam lançando uma série sucessiva de expedições punitivas que puseram fim à resistência e a essa prática.

Finalmente, no século XIX, missionários protestantes norte-americanos foram bem-sucedidos na conversão de muitos Naga ao cristianismo. Esse novo contexto os levou a abandonar muitos de seus costumes e tradições.

Os têxteis estão entre as manifestações mais significativas de uma cultura e de uma época determinada. Eles são ao mesmo tempo linguagem, conceito e bem material. Vestem indivíduos, grupos, etnias, nacionalidades e diferenciam costumes e até classes sociais. As vestimentas e os tecidos refletem ademais os materiais e as tecnologias disponíveis em diferentes épocas e em diferentes sociedades. 

A história dos têxteis é quase tão antiga quanto a das civilizações; e com o passar do tempo foi se enriquecendo e se diversificando. Sempre houve desacordo entre os cientistas a respeito de quando os humanos começaram a usar roupas segundo o conceito que estas têm hoje. Os antropólogos acreditam que as peles de animais e as fibras de vegetação que haviam sido empregadas para a proteção contra o frio, o calor e a chuva, a partir de um determinado momento, passaram a também refletir o gosto – pessoal e grupal. Estudos sugerem que foi por volta de 170 mil anos atrás que as sociedades passaram a usar vestimentas tal como as concebemos hoje. Nascia o sentido da estética: a roupa não se destinava a proteger o corpo, apenas, mas manifestava a personalidade do indivíduo e a estética do seu clã.

A Ásia precede de três milênios a Europa na tecelagem do fio de algodão, uma das principais, senão a principal matéria-prima para a confecção das vestimentas desde a Antiguidade. Registros em tabletes de argila datados do século VII AEC já aludiam ao comércio do produto entre a Mesopotâmia e o subcontinente indiano. A cultura da seda, de sua parte, originou-se na China, no período neolítico, e ali permaneceu confinada até a abertura da Rota da Seda, em torno do século II AEC, a qual no bojo das caravanas levou o produto para as outras partes do planeta, desbravando a trajetória que fez a fortuna do império chinês por mais de mil anos. E com elas seguiram os monges que disseminaram o budismo que hoje predomina em várias sociedades asiáticas. A Rota da Seda não foi apenas um fenômeno econômico-comercial, mas também civilizacional. 

As etnias têm, portanto, conceitos identitários próprios, que vão da estética propriamente dita a mensagens culturais arraigadas. A roupa que veste e os apetrechos que usa – as joias, por exemplo – refletem, além do gosto do indivíduo, também os conceitos que identificam um, ou vários grupos, num determinado momento. A evolução da moda modifica constantemente estes parâmetros; porém, no caso das sociedades de tradições fortes – as tribais, sobretudo – não chega a descaracterizá-los. É mais do mesmo.

De acordo com o relatório da Organização Mundial do Comércio, a Ásia é responsável por 59,2% da produção mundial de roupas. A China, especificamente, está posicionada como o maior país exportador de vestimentas, seguida por Bangladesh, com US$ 33 bilhões; Vietnã, com US$ 28 bilhões; e Índia, com US$ 17 bilhões. Ou seja, os maiores exportadores mundiais de têxteis estão na Ásia.

Con el objetivo de promover e incentivar el arte en todo el Estado de Paraná, el Museo Oscar Niemeyer (MON) inaugura la exposición “Asia: la Mano del Pueblo”, en Cascavel (PR). Son más de 160 obras, pertenecientes a la colección de arte asiático del Museo. 

La curaduría de Fausto Godoy y adjunta de Marco Baena, presenta una sección inédita, ahora disponible para que la población de la región occidental la aprecie, una promoción de la descentralización y democratización de la cultura. La colección del MON se ha quintuplicado en los últimos años, alcanzando las 14 mil obras de arte, y en esa trayectoria fue fundamental la donación de casi 3 mil obras asiáticas del diplomático Fausto Godoy.

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