Antonio Arney

El Gobierno del Estado de Paraná y la Secretaría de Comunicación Social y Cultura del Estado de Paraná, a través del Museo Oscar Niemeyer, con el apoyo de la Municipalidad de Guarapuava a través de la Secretaría Municipal de Educación y Cultura, tienen el placer de presentar al público la exposición 'Estructuras y Valores', del artista paranaense Antonio Arney, quien tiene una trayectoria larga y consistente, con más de 60 años de conocimiento y experiencia.

Las obras en madera de Arney nos remiten a un mundo construido con respeto a la naturaleza, proveniente de los árboles y del saber agregar elementos, así como de sus valores de vida: el paisaje, la ciudad, los demás, la casa y la arquitectura social.

El artista nos señala nuevos significados, potencias y descubrimientos y nos lleva a reflexionar sobre la reutilización, la sostenibilidad y el reciclaje, así como sobre la importancia de la memoria de las cosas y del tiempo, temas siempre actuales y relevantes.

Traer un poco del Museo Oscar Niemeyer a esta ciudad es una manera de extender la actuación del Museo y de proporcionar y fomentar nuevos encuentros con el arte. Al mismo tiempo es una propuesta para una mayor integración de los espacios culturales de nuestro Estado.

Juliana Vellozo Almeida Vosnika
Directora-presidenta del Museo Oscar Niemeyer

Dentro del espíritu constructivo brasileño, tan venerado como importante, la obra de Antonio Arney representa una rara excepción estética para el panorama del arte. Por el momento histórico del cual forma parte y por la geografía de donde se proyecta, esta lateralidad temporal y local, con respecto a una lengua franca artística, significa una poética, savia nueva, cosmovisión e incorporación de elementos heterodoxos, no catalogados hasta entonces en este repertorio visual.

Se trata de una obra ascética que gira alrededor de una misma matriz generadora, que es, al mismo tiempo, abstracta y matérica, profundizando y modulando una investigación coherente con sucesivas variaciones, modulaciones. Un inesperado y sumergido lado serial de su trabajo; quiere ser más infinito o variable que delimitado o fijado (su pintura es iconográficamente obsesiva en su investigación de campo, como en Morandi, Fontana, Volpi, Mondrian, Van Velde, entre otros).

De hecho, la conciliación de un proyecto riguroso y una materialidad erosionada, permite a esta pintura encarnar en su construcción cierta fragancia de las cosas (memoria o función). Nos acerca a ellas, ya sea por los inusuales elementos en juego (chapas de madera, tornillos, papeles teñidos, mamparas, objetos), o por la disposición visual de su configuración (formas, iconografía, colores). Un corpus que es singular por erigir una imaginería paradójica de elementos geométricos mediante materiales usados y residuos, aportando una oblicua porosidad pintura-mundo. Es un collage inusitado que se ofrece como ventana, escenario o incluso fachada arquitectónica, en la memoria del tiempo y del mundo (el vínculo de la vida, el espacio, la representación).

Sin embargo, aquí, la ilusión pictórica es negada: esta pintura no quiere resumirse en la pura bidimensionalidad, en el estricto límite de la planitud (su característica ilusionista o de visión más allá). La propia superficie es redimensionada con una aprehensión y sensación espacial diferente, más física. En su última pintura-arquitectura llena de bóvedas, arcos, arcadas, frisos, columnas, batientes, persianas... se construye un tipo de arquitectura-objetual, es decir, casi una maqueta pictórica. ¿O serían modelos de una pintura-arquitectura mayor?

De cualquier manera, hay una solicitud de presencia y relación que se amplía en esta pintura, pues las piezas 'esculturizadas' de Arney quieren traernos a una contingencia, una proximidad y no un escapismo visual o una fantasía lejana de quien huye del aquí y ahora. Y a pesar de las composiciones simétricas, del manifiesto equilibrio de sus cuadros, su contribución simbólica no es trascendentalista, sino fruto de la era de la incertidumbre en la que estamos instalados.

El medio siglo de producción del artista representa un legado y nos invita a reconocer un mapa pictórico propio, autodidacta y particular. La provocación estética en la obra de Arney realinea el desperdicio y subyuga los órdenes visuales dominantes. Como un constructo para la supervivencia, enseña a conjugar reajustes: nosotros con los demás, las cosas, la ciudad, la naturaleza. Es el tiempo de percibir la búsqueda de posibles cambios en activación, nuevos adhesivos o games.

De este modo, la omnipresente materialidad de esta pintura montada, atornillada, concertada parece simbolizar el poder callado de sus imágenes. Entonces su áspero secreto, mitad real-irreal o ficcional, en suma, es el lugar de lo inmaterial en el que las formas y las estructuras son un valor, una pauta permanente de trabajo. El imaginario de Arney (más pegado al suelo que Rubem Valentim, otro constructivo fuera de los estándares) está hecho a través de ecuaciones visuales que nunca desvelan la incógnita: al valor de lo exacto se une el valor de lo irregular, como dos medidas-estructuras per se, contradictorias del artista, de su lenguaje independiente. Esta pintura mantiene una doble vida precaria. Promete una alegoría visual intrigante: esa dialéctica entre la transparencia y la opacidad - 'ficciones útiles', según Artur Freitas - no busca resolverse nunca. En el fondo, toda la obra de Antonio Arney representa un espacio pictórico entre cosas disímiles, una poética del intervalo.

Adolfo Montejo Navas & Eliane Prolik
Curadores